miércoles, 26 de mayo de 2010

Nothing is gonna be all right, but thank you anyway...


Cuando aún no se había recuperado de la última caída, le volvieron a golpear. Algo en él le empujaba a creer en la gente, no sólo eso, sino que superaba la confianza negando la posibilidad de dudar. Él mismo avanzaba la cara antes de ser golpeado. Y otra vez más, encontrándose tendido en el suelo, se levantó. Con un movimiento oscilatorio de la mano se sacudió del abrigo el polvo, pequeños trozos de rama, hojas secas y un poco de su alegría. Cada vez le costaba más sonreir pero volvía a levantarse, se decidía a andar hasta que otro golpe repentino le volvía a tumbar. ¿Porqué lo hacía? ¿Porqué aguantaba golpe tras golpe? ¿Porqué no esquivarlos, o quedarse tendido en el suelo divirtiéndose con las formas que esculpen las nubes en el cielo?

Porque cada vez que andaba la brisa le rozaba el cuello con sus labios templados y suaves, el sol le envolvía en un cálido abrazo que le hacía sentir seguro, recuerdos de antiguas melodías le hacían sonreir y los olores le embriagaban en una cierta felicidad incomprensible. Y entonces él se negaba a dudar. El golpe dolía cada vez más: no sólo no se formaba costra, sino que el hematoma se extendía.

Entendemos el porqué, pero no podemos llegar a entender el cómo. ¿De dónde salen esas fuerzas que le permiten alzarse y volver a andar? Del cálido recuerdo, de la certeza de que alguna vez acertará al no dudar, de la confianza que tiene de todo esto al leer estas líneas que él mismo escribió.